Mónica Herranz, Secretaria General de la Asociación de Fabricantes de Lanas Minerales Aislantes (AFELMA)

La descarbonización en el sector de la construcción debe ser la piedra angular del Pacto Verde de la Unión Europea, sin embargo, aunque la rehabilitación se sitúa en primer plano en la agenda pública, queda mucho camino por recorrer para alcanzar el objetivo de reducción de emisiones de CO2 en el sector de la construcción antes de 2030. El ritmo actual de la rehabilitación de los edificios va muy por detrás de lo que se requiere para alcanzar el reto que la UE se ha marcado, dado que nuestro sector debería reducir sus emisiones en un 60% antes del próximo decenio; lo que demuestra la urgencia de renovar nuestro parque edificatorio cuanto antes.

Sin embargo, la reducción de las emisiones no es la única razón por la que es necesario rehabilitar los edificios. La rehabilitación es clave para mejorar la calidad de vida de las familias en situación de pobreza energética que habitan viviendas en condiciones lamentables, para los niños que estudian en colegios en ambientes de confort claramente deficientes o para los pacientes en los hospitales. Y, tampoco hay que olvidarse de que el sector de la construcción fomenta el empleo local. No es baladí el hecho de que por cada millón de euros que se invierte en obras de construcción se generan al menos 18 empleos, o lo que es lo mismo, cerca de la mitad de lo que se invierte repercute en sueldos de trabajadores locales.

Nadie va a dejarse engañar: conseguir rehabilitar el parque edificatorio no es fácil, sin embargo, la UE ya está estableciendo iniciativas, normativas y, lo que es más importante, fuentes de financiación que van a ser clave para que la “ola de rehabilitación” tenga la posibilidad de llegar a buen puerto.

Una de estas iniciativas es la taxonomía de la UE para las actividades sostenibles: un conjunto completo de reglas diseñadas para guiar la inversión en proyectos verdes y dar el impulso económico necesario para que se reduzcan las emisiones y se alcancen los objetivos del Acuerdo de París.

La Comisión Europea está cerrando los últimos flecos de esta taxonomía, redactando la documentación oficial que permitirá entender los criterios necesarios, previa a su publicación definitiva -prevista para esta primavera-. Sin embargo, el borrador actual muestra que los materiales de aislamiento, una de las soluciones clave para esta “ola de rehabilitación” han sido reclasificados de manera que ya no están incluidas como “equipamiento para la eficiencia energética” sino dentro de una categoría mucho menos específica definida como “otras tecnologías bajas en carbono”.

Si bien es cierto que la Comisión también tiene que lidiar con temas mucho más delicados, este cambio en la clasificación es, en realidad, de importancia mayúscula porque supone poner en tela de juicio el potencial que tiene la rehabilitación y confundir al mercado. Además, contradice la opinión de los expertos.

Sería incomprensible no incluir los materiales de aislamiento como equipamiento de eficiencia energética cuando se trata de una característica sine qua non que permite que otros elementos de la categoría de eficiencia ofrezcan el rendimiento energético requerido.

El quid de la cuestión es que la taxonomía de la UE debe guiar de forma lógica y clara a la comunidad de inversores, y no dar señales equívocas al obviar que los materiales de aislamiento son clave para la eficiencia energética. No en vano, el aislamiento puede ahorrar 20 veces la cantidad de CO2 emitida en toda la cadena de producción de estos materiales.

Hay tiempo para subsanar la situación y no hay que subestimar todo lo que “la ola de rehabilitación de la UE” puede lograr para situar al sector de la edificación en la senda de la descarbonización si se gestiona bien. Los políticos empiezan a entender la importancia de anteponer la eficiencia energética a las demás cuestiones, los gobiernos están aumentando la inversión en la rehabilitación y ya disponemos de la tecnología necesaria para conseguir los resultados que buscamos.

Responder al reto climático requiere que se pongan en marcha todos los recursos e instrumentos de forma alineada y sincronizada. Vistos los beneficios a nivel de empleo, calidad del aire, reducción de la pobreza energética y las emisiones de CO2, no faltan incentivos para que se hagan estos pequeños ajustes en el dossier de taxonomía para alcanzar los objetivos por los que se ha ideado.